Elecciones amorosas

¿En verdad elegimos lo que elegimos?

¿O somos la respuesta a aquellas conexiones con el mundo externo?

¿Realmente la vida nos permite actuar desde el libre albedrío?

O es que solo somos víctimas de lo que los demás hacen con nuestra vida.

Quizá, solo somos el resultado de los acontecimientos que la cultura ha gestado a partir de todas y cada una de decisiones en las que no tenemos injerencia; por lo tanto, bajo la misma connotación, es necesario evocar nuestra herencia familiar.

Mucho se habla sobre la posibilidad de reconstruir el seno familiar. Cada vez son más los especialistas y tiktokers que abordan de manera privilegiada o ignorante las implicaciones al iniciar un proceso de sanación con la familia; y pareciera que todos, absolutamente todos, tenemos el permiso no solo para opinar, sino también de compartir LA FÓRMULA que posibilitará que en un dos por tres aquella huella se disuelva y hagamos como si nunca hubiera pasado nada.

Es una realidad que entre especialistas e influencers, habemos un espectro extenso de quiénes decidimos opinar; yoguis, coaches, terapeutas de cualquier Índole, y alguno que otro famoso que por haber escuchado un par de conversaciones con amigos se otorga el permiso para abordar de manera tan particular una de las grandes problemáticas del ser humano como lo son las elecciones amorosas…

No obstante, es pertinente no olvidar que Freud creó todo un cuerpo teórico para justificar el efecto de la historia familiar y su relación con la cultura en la constitución psíquica del ser humano; así mismo, explica de manera detallada en más de veinte volúmenes que es lo que pasa con cada una de esas marcas que vivimos, huellas mnémicas alojadas en lo inconsciente, inconsciente que para conceptualizar con mayor precisión, utilizar los adjetivos empleados en los escritos de una antigua colega: feroz y voraz.

Por supuesto, esto quiere decir que en aquella red psíquica no solo nos encontramos con nuestra voluntad y simpatía, sino también con todas y cada una de las marcas que la vida misma ha instaurado en nuestra memoria. ¿Por qué entonces tendríamos que hablar de Freud, tiktokers, terapias y psicoanálisis en un mismo apartado?

Una propuesta es para nada más y nada menos que para contemplar.

Porque es a través de la observación intencionada que podemos ahondar en cómo nos jugamos en cada una de las elecciones que rigen nuestra vida, aquello que funge como nuestra cotidianidad; porque más allá de “echar culpas” o basar nuestro criterio en alguna interpretación del bien y el mal, al final del día, nos guste o no, el resultado es el mismo, asumir nuestra responsabilidad activa.

Y es que todo el tiempo estamos decidiendo; desde lo que vestimos, lo que consumimos, los espacios en los que nos relacionamos y por supuesto, a quienes amamos. Por lo tanto, si cada elección conlleva una responsabilidad, nos guste o no, el famoso “todos los hombres son iguales” pierde un poquito su vigencia.

Diría mi mejor amigo ¨no cariño, no todos los hombres son iguales; son iguales todos los hombres que elegimos¨.

Pues para posibilitar una diferencia, paradójicamente debemos gestionar una renuncia y siendo sinceros, no cualquiera está dispuesto a sumergirse en su historia familiar, en el contexto de su cultura y el papel que ocupa una sociedad. Porque si, somos sujetos sujetos a una temporalidad pero incluso no hacer nada, es hacer algo.

Es por ello, que en esta filosofía new age, donde todo lo puedes perdonar, es menester retornar a un cuestionamiento básico, ¿cómo me siento con esto?

Si desviamos la mirada hacia un lugar en que es nuestra responsabilidad lo que se gestione sobre los espacios en los que nos gusta y disfrutamos estar, descubriremos que en realidad, nadie es víctima de su destino y que a veces, o la mayoría de las veces, para elegir distinto tenemos que renunciar a nuestra comodidad.

Choices, al final del día.

Entonces, ¿qué nos queda?

Asumirse como artífice de su propia vida, convertirse en un científico de su propia existencia y agente de cambio de todo aquello que relacionamos con el “estar con alguien”. Por lo tanto, si la decisión es nuestra, más allá de comprar un recetario con la clave para la felicidad, podríamos plantearnos tomar las riendas de cómo, cuándo y dónde queremos estar. En lo personal, y en lo que descubro otras respuestas, alternativas y herramientas, me gusta pensar a manera de mantra la icónica frase de una cantante mexicana que dice: EL AMOR NO DUELE. DUELE TODO LO QUE CONFUNDIMOS CON AMOR.

Porque sí, el cerebro funciona a base de patrones y esos patrones no siempre son los más sanos. A veces solo son familiares y al final del día, somos animales de rutina; elegimos por repetición y comodidad. Y yo trato de no elegir desde la comodidad, “si estoy cómodo, no avanzo”.

Sebastian Gutiérrez